jueves, 24 de marzo de 2016

Entre congresos y convergencias: destruir lo viejo y construir lo nuevo

PRESENTACIÓN
Recientemente unos camaradas han hecho llegar a REVOLUCIÓN PROLETARIA el documento al que estas líneas precede y que lleva por título “Entre congresos y convergencias: destruir lo viejo y construir lo nuevo”. Este documento es una más de las expresiones que a día de hoy reflejan el avance de las posiciones marxista-leninistas en el seno del movimiento comunista. Queda mucho por hacer para acabar con la hegemonía del revisionismo, pero trabajos como el de estos camaradas, que apuntan directamente a las problemáticas que hoy plantea resolver el comunismo revolucionario, dan muestra de la potencialidad de lo mejor de la juventud proletaria, que va tomando consciencia de que en el seno del movimiento obrero es necesario implementar la consigna de destruir lo viejo para construir lo nuevo.
Entre congresos y convergencias: destruir lo viejo y construir lo nuevo
En estos primero meses del 2016, varias organizaciones del movimiento comunista están desarrollando sus procesos congresuales. Desde el crash económico de 2007 y la ulterior agudización de la crisis política y social, es difícil contar todas las conferencias y congresos, unidades y convergencias, plataformas y coordinadoras en las que buena parte del “comunismo” en el Estado español se ha dado cita para relanzar sus respectivos proyectos. En la mayoría de casos todos los frentes obreros, republicanos, antifascistas, cívicos etc. que han aparecido dogmáticamente como propuestas estratégicas de estas reuniones no han escapado de los dominios del papel, por más que sus estrategas sean los más fervorosos defensores de la “práctica”, concebida exclusivamente como seguimiento de las luchas de resistencia económica que la clase obrera ya desarrolla por sí misma.
La única estructura organizativa componente de lo que puede denominarse bloque hegemónico en el movimiento comunista que ha cosechado cierta resonancia a la hora de aplicar su programa ha sido PCE-UJCE. En los últimos tiempos los “éxitos” de esta organización se ciñen al ámbito parlamentario, por su participación en los llamados “gobiernos del cambio” a nivel local y autonómico. En el actual contexto la juventud comunista debe hacer una lectura marxista de lo que esos gobiernos de cambio representan, dejando a un lado la alegría que a algunos elementos les produce la charca del parlamentarismo.
Desde el punto de vista general de la lucha de clases, y al calor de la experiencia acumulada por el proletariado revolucionario a lo largo de la historia, los gobiernos “obreros y populares” que gestionan los Estados burgueses no hacen sino apuntalar la dictadura del capital sobre las masas trabajadoras. El carácter de clase del Estado capitalista, por mucho que se quieran depurar sus déficits democráticos, hace imposible que sus instituciones puedan ponerse al servicio de la clase contra la que naturalmente se han erigido y perfeccionado. Y es que todo Estado es democrático y dictatorial a su vez, de modo que la democracia parlamentaria de la burguesía es la mejor envoltura de que se reviste la dictadura del capital para reproducirse en su fase imperialista. No puede hablarse de democracia en abstracto ni puede creerse que el parlamentarismo puede modificar el carácter de clase del Estado, es decir, que la inserción de las “fuerzas populares” en las instituciones burguesas permite transformar la vida de los sectores oprimidos por la burguesía. Ninguna revolución proletaria se ha desarrollado de este modo, más bien al contrario, se ha desarrollado siempre directamente contra el Estado burgués, enfrentando a la dictadura del capital los organismos de su dictadura revolucionaria, que hoy sólo se desarrollará a través del Partido Comunista en tanto movimiento revolucionario organizado de la clase obrera, fusión del socialismo científico con el movimiento obrero.
Desde un punto de vista más concreto, las convergencias se han mostrado como momentos de encuadramiento institucional de los movimientos espontáneos que apuntaban a reavivar el conflicto social en el Estado español. Las diversas luchas desarrolladas fuera de los mecanismos del Estado burgués en los últimos años, han sido encauzadas (el mejor exponente es el caso del Movimiento del 15M, ni mucho menos revolucionario, ni siquiera potencialmente en el contexto político que se dio, pero exponente de la crisis política de las instituciones burguesas) para suturar las heridas del régimen del 78 y reavivar el pacto histórico de la clase dominante. Un pacto en el que de nuevo figurará el gran capital monopolista, las burguesías nacionales periféricas y la aristocracia obrera, si bien estos últimos sectores vienen siendo desplazados metódicamente a golpe de Troika. Así es como el nuevo reformismo representado en Podemos aparece en escena, como negociante de los intereses de clase de la aristocracia obrera, ocupando en términos parlamentarios el papel que en su día jugaron el PCE de Carrillo o la IU de Anguita, colaboradores necesarios del régimen constitucional. Históricamente la socialdemocracia, el viejo movimiento obrero, ha sido un puntal de los Estados burgueses. Hoy la socialdemocracia simplemente aparece como movimiento de mendicidad ante el estado de cosas, dominado sin tregua por el capital monopolista. El ejemplo más desarrollado de esta situación lo encontramos dentro de la Unión Europea en Grecia: tras catalizar a los diversos movimientos de reforma social hacia un programa común que los unificase, tras acceder a las instituciones para sostenerlas, el gobierno Syriza ha tragado todas las ruedas de molino de la Troika. Así, el factible programa de la reforma social ha mostrado hasta donde llegan sus límites: no sólo es incapaz de poner en marcha su timorato proyecto de conquista de las viejas instituciones, sino que ni tan siquiera alcanza para arañar unas migajas en beneficio de las clases oprimidas.
Las syrizas españolas no han realizado ninguna evaluación seria de todo este proceso, pues su respuesta ha sido que cuando les llegue el turno aquí, se mostrarán mucho más firmes al negociar con los mercados. Aunque viendo a nuestro diputado “marxista-leninista”, el que combate al neocarrillismo, intentando mediar entre PSOE y Podemos para formar un “gobierno de izquierda” que abra paso a un nuevo “proceso constituyente”, la clase obrera puede ir preparándose, porque va a ser humillada y aplastada una vez más por el bien de la bendita democracia parlamentaria. Claro que las alternativas que inmediatamente emergen dentro del bloque hegemónico del movimiento comunista representan estratégicamente lo mismo. Y esto sucede en Grecia como ocurre en el Estado español.
Desde hace décadas los programas de acción que dominan el movimiento comunista, están limitados al posibilismo político, a la reforma. Este es un problema que afecta directamente al movimiento comunista internacional, y para cuya explicación cabal hemos de acudir a las bases teóricas y políticas del comunismo y al desarrollo histórico de la Revolución Proletaria Mundial (RPM) a lo largo del pasado siglo. No obstante sus efectos se hacen inmediatos en todas las esferas de la lucha de clases. La ausencia de referente revolucionario condiciona la ofensiva de la burguesía que se desarrolla a todos los niveles, el ideológico, el político, el cultural, el económico, etc. y que no encuentra freno en el reformismo, cuya presión política sólo ha obtenido resultados cuando se ha presentado como alternativa… ¡a la revolución! pues eso y no otra cosa ha sido el Estado de bienestar, una cesión de la clase dominante en un contexto histórico donde avanzaba imparable la RPM.
Decimos que hay una línea que unifica las diversas expresiones estratégicas que se dan en el movimiento obrero, y en lo que mayoritariamente se defiende en el seno del movimiento comunista, porque los ejes estratégicos de los diversos programas de acción son siempre los mismos. Sin duda en el trabajo de PCE-UJCE es donde los resultados se muestran de forma más gráfica, pero la esencia de clase es la misma. El programa revisionista tiene como punto de partida las luchas inmediatas de resistencia al capital, es decir, la conciencia en sí, burguesa, de la clase obrera y tienen como meta el Estado burgués. Esta tensión movimiento de reformas-Estado burgués es la que recorre hoy todos los programas “revolucionarios” y a quien objetivamente defienden es a la aristocracia obrera. Si como marxista-leninistas sólo podemos concebir el socialismo como el periodo de dictadura revolucionaria del proletariado en transición al Comunismo, para el revisionismo el “socialismo” tiene como columna vertebral el Estado burgués, no es más que la versión “radical” del Estado de bienestar, pues es desde su gestión desde donde pretenden implementar sus “programas mínimos” de reformas que, sin embargo y no se sabe cómo, generarán “conciencia revolucionaria” y socavarán, eso nos dicen, las bases del régimen capitalista. A estas propuestas revisionistas se le han dado muchos nombres, que en la base tienen la tesis de la etapa intermedia entre capitalismo y socialismo y que en el Estado español se han concretado en el afianzamiento del dogmatismo y la solidaridad con el “socialismo del siglo XXI”, que emparentados dieron como fruto el republicanismo, bandera antes y después del crash económico, de ese bloque hegemónico en el movimiento comunista que comprende la “revolución” como la suma de los frentes sectoriales de lucha económica, de resistencia, de la clase obrera.
Hay que apuntar que esta línea estratégica común a la gran mayoría de organizaciones que se dicen comunistas tiene toda una lógica tras de sí que viene a reproducir los límites del viejo movimiento obrero, basado en la lucha sindical y el parlamentarismo. La bancarrota de la Segunda Internacional, la necesidad sentida por la vanguardia revolucionaria hace un siglo de constituir un movimiento obrero de nuevo tipo, tenía su origen en que el movimiento obrero tal como había surgido, al calor de su defensa inmediata frente al capital, es decir, de la reproducción de su explotación sobre mejores condiciones, sólo podía encontrarse realizado a través de los mecanismos de reproducción de toda la sociedad existente, cristalizados en el Estado capitalista. Precisamente lo que vino a poner en valor la Internacional Comunista frente a la Segunda Internacional, lo que convierte la tesis leninista del partido obrero de nuevo tipo en algo cualitativamente superior al movimiento obrero reformista, es que el punto de partida del movimiento revolucionario en la fase imperialista del capital sólo puede situarse en la conciencia revolucionaria, en el socialismo científico que surge fuera del movimiento obrero. Es la comprensión de los principios del comunismo como síntesis de las lecciones de carácter universal que nos proporciona la revolución en su desarrollo y la articulación de un movimiento político desde éstos, y para construir la nueva sociedad mediante la violencia revolucionaria, lo que distingue al comunismo de la vieja socialdemocracia.
Por ello, la juventud comunista encuentra hoy entre sus tareas básicas, más allá de congresos y convergencias en que los debates viran en torno a cómo reformar el capital y se teoriza sobre “práctica” sindical y parlamentaria; la de reapropiarnos de las lecciones universales de la RPM a través de su estudio; la de recuperar los clásicos del marxismo-leninismo de una forma realmente crítica, y no para validar mecánicamente la actual práctica reformista; la de organizarnos políticamente contra el revisionismo y el oportunismo siendo conscientes de que las actuales estructuras en que se concretan no sirven a los intereses revolucionarios de nuestra clase, por más que en lo concreto debamos tenerlas en cuenta como frente de batalla. La obra revolucionaria se desarrolla destruyendo lo viejo para construir lo nuevo y todo ese bloque mayoritario que hoy domina nuestro movimiento forma parte de lo viejo.

El tránsito a la organización revolucionaria es una necesidad, lo exige el cambio de situación histórica, lo reclama la época de las acciones revolucionarías del proletariado; pero este tránsito sólo es posible si se salta por encima de los antiguos líderes, estranguladores de la energía revolucionaria, si se salta por encima del viejo partido, destruyéndolo
 Lenin

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